Cómo afrontar la adicción a los videojuegos según los ‘gamers’

Cómo afrontar la adicción a los videojuegos según los ‘gamers’

 

La adicción a los videojuegos se ha convertido en un problema para algunas familias. Muchos padres observan cómo sus hijos pasan horas y horas jugando al Fornite y otros online. La Organización Mundial de la Salud ha incorporado esta adicción como un trastorno de salud mental, dentro la Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD).

Esta clasificación, que incluye 55.000 lesiones, enfermedades y causas de muerte, constituye una base para que la OMS y otros expertos conozcan y actúen sobre las tendencias en salud. Esta organización describe la esta adicción como “un patrón de comportamiento de juego persistente o recurrente” que llega a ser tan extenso que “tiene prioridad sobre otros intereses de la vida”.

Ya anteriormente en nuestro país la Estrategia Nacional de Adicciones 2017-2024 se adelantaba a la decisión de la OMS y recogía entre los campos de actuación las “adicciones sin sustancia o comportamentales, haciendo especial énfasis en los juegos de apuesta (presencial y online), así como los videojuegos y otras adicciones a través de las nuevas tecnologías”.

 

Debate en Reino Unido sobre la adicción a los videojuegos

En todos los países hay una gran preocupación y se están realizando todo tipo de estudios. Según este artículo de la BBC, en Reino Unido el Comité Digital, Cultura, Medios y Deportes está preparando una investigación sobre la adicción a la tecnología en la que los parlamentarios van escuchando dos partes (o dos puntos de vista). Por un lado, a los representantes de la industria del juego, que restaron importancia al problema, y por otro a los gamers y a los que se reconocen como los “adictos” a los videojuegos.

 

La asociación UK Interactive Entertainment (Ukie) señaló, sin embargo, que había una “falta de evidencia” en torno al concepto de adicción al juego, citando un informe de la ONU y otro del Real Colegio de Pediatría y Salud Infantil. Incluso explicaron los parlamentarios que podría ser una fuerza positiva: “Creemos que los videojuegos pueden proporcionar beneficios educativos, fisiológicos, psicológicos, recreativos y sociales a los jugadores“. “Los juegos proporcionan mundos repletos de historias, lienzos creativos y fomentan las habilidades de pensamiento crítico, la empatía y, para muchos millones de jugadores, son plataformas sociales de gran valor”.

 

La experiencia de los gamers

El gamer Matus Mikus, que es partidario de establecer límites de tiempo, remarcó que los padres necesitan hablar con sus hijos y determinar ese máximo de tres horas. “Si dedica más tiempo puede empezar a afectarle. Los videojuegos por su naturaleza son adictivos“, explicó tajante. “Algunas veces, llegaba a casa y me gustaría irme a la cama, pero sabía que tenía puntos, así que tenía que jugar a un juego y luego, si perdía, tenía que jugar a otro”, explicó Mikus a los parlamentarios.

James Good, otro adicto, les contó cómo, en su peor momento, había pasado 32 horas jugando sin descanso mientras estaba en la universidad. “Me estaba quedando atrás, mis calificaciones estaban bajando por jugar demasiado. No comía, ni dormía ni salía de mi habitación. Escapé de mis problemas a través de los juegos”, añadió. “Activan sistemas de respuesta en tu cerebro y es difícil encontrar otras cosas que te aporten tanta alegría”, dijo a los parlamentarios. “Me sentía bien al obtener puntos, trofeos, ganar a la gente. Eso impulsó mi competitividad, pero me di cuenta de que no era realmente feliz”.

 

Los foros como solución

El gamer relató cómo terminó abandonando la universidad en una espiral de depresión. Se puso en contacto con Game Quitters, un foro online compuesto por miles de personas que habían dado la espalda a los videojuegos y logró salir por fin. Cuando entras en el foro te hacen una prueba para ver si tienes síntomas de adicción y luego establecen el desafío para los nuevos miembros de renunciar a cualquier forma de juego durante 90 días. Dejarlo le hizo sufrir una especie de síndrome de abstinencia. “Tuve dolores de cabeza, un bajo estado de ánimo y tuve que bloquear mi ordenador en un armario. Al final me vi obligado a eliminar todas mis contraseñas para no jugar. No podía quedarme en casa por miedo a volver a utilizar el ordenador”.

En el foro le ayudaron porque sus miembros hablaban sobre estrategias para hacer frente al deseo de jugar, así como a planificar actividades alternativas. Aun así, James Good era consciente de que no era la causa del problema. Él ya había jugado de adolescente y lo había combinado con una vida activa, practicando deportes y asistiendo a grupos como los Scouts. Solo cuando fue a la universidad se convirtieron en un problema, porque “carecía de disciplina” y no tenía un padre que le dijera que tenía que “trabajar o irse a la cama”.

Evitar que nuestros hijos caigan en esta adicción es posible si controlamos el tiempo que dedican a este entretenimiento y estamos atentos en todo momento. Desde la infancia debemos concienciar de los peligros que conlleva.